¿Hasta dónde llegan los planes de Cornejo?

El Sol On Line Mendoza
Jorge Hirschbrand
Domingo 19 de Agosto del 2018 a las 05:03 hrs

Tanto la oposición como el oficialismo buscan una alternativa que vaya más allá de la dicotomía Macri o Cristina.

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Sólo la volatilidad política argentina permite plantear hipótesis diversas sobre cómo se irá acomodando el panorama de cara a las elecciones nacionales del año que viene. Hasta hace nada, Mauricio Macri parecía encaminarse cómodamente a cuatro años más de mandato. Su gestión apenas si podía ser calificada como aceptable, y hasta con rasgos peleados con la popularidad. Como podía, iba atravesando el temporal post kirchnerista. Incluso, se daba el lujo de aumentar tarifas de servicios públicos y perder la batalla contra la inflación. Con todo eso a cuestas, parecía seguir gozando de cierto crédito; más que nada, por el temor ante un supuesto retorno de Cristina Fernández.

Pero un día se descontroló el dólar y Argentina se convirtió en víctima de bullying de los mercados internacionales. “Pasaron cosas”, se excusó el presidente. Ya no interesa si los problemas fueron en Estados Unidos, China, Turquía o Irán. La peor parte se la llevó este Estado de Sudamérica -ahora emergente según su calificación- acostumbrado a la histeria de pensar en verde y de desconfiar de todo lo que lleve impreso el signo pesos.

No es un mal estacional. Es un proceso histórico que no se puede revertir de un día para el otro. Ni con cepo cambiario ni con una presidenta jugando en Cadena Nacional a nacionalizar sus ahorros. Y vaya si, según la investigación en la causa de los cuadernos, había fondos para modificar el rumbo financiero.

En esa deriva está el kirchnerismo. Pelea contra sus propios fantasmas. Sus militantes salen a las redes sociales a gritar #fuerzacristina como si estuvieran adorando a una diosa pagana. Saben que está mal; que no hay forma de justificar lo que va saliendo a la luz. Pero peor sería reconocer, doce años después de pasión y de fanatismo, que estaban equivocados. Todos advirtieron que podía pasar. No quisieron verlo. Y ahora, ya jugados, el camino es la inmolación.

Eso le dio algo de respiro a Macri. Un poco. No lo necesario. Apenas para disfrutar la debacle judicial de la oposición, en medio de la indecisión del PJ nacional, que no sabe si apoyar a la ex presidenta y pasar a la historia por su complicidad o quebrar de una vez por todas.

¿Y si eso pasa? ¿Quién viene? ¿Sergio Massa? Difícilmente el ex intendente de Tigre y ex jefe de Gabinete de CFK piense en el 2019 cuando todavía no sabe si la tinta de los cuadernos lo terminará salpicando.

La búsqueda pasa por un nombre potable y con proyección nacional. Por eso a la oposición lo seduce el recuerdo de aquel Roberto Lavagna que acomodó la economía en la corta presidencia de Eduardo Duhalde y que se convirtió en el ministro estrella durante los primeros tiempos de Néstor Kirchner…. hasta que el santacruceño no soportó que alguien controlara y tomara decisiones sobre las cuentas fiscales y la alianza se rompió. La historia y un chofer explicarían el por qué de ese divorcio.

Con Macri herido y María Eugenia Vidal casi en retirada tras el escándalo de los aportes truchos para la última campaña electoral, son varios los que intentarán ganar un lugar en el oficialismo. Es una oportunidad clara para que el radicalismo levante la bandera del frente Cambiemos. Y allí, su hombre fuerte es el gobernador Alfredo Cornejo.

El mandatario mendocino tiene, como principal preocupación, la necesidad de confiar en su criterio para definir quién será su sucesor. Todo apunta a su ministro de Infraestructura, Martín Kerchner, más allá de las ambiciones del intendente de Luján, Omar De Marchi, que aún debe evaluar si le da la chapa para una interna en el seno de Cambiemos. Tiene la anuencia de Macri, es cierto, aunque no es suficiente.

El peronismo en Mendoza es, por ahora, una rabieta legislativa. Dan pelea allí, en un campo donde hay más posibilidades de hacer daño que de crecer en la intención de voto para el Ejecutivo. Encima, mira con atención el desarrollo de la investigación por el  pago de coimas en la obra pública durante el kirchnerismo. Entre arrepentidos y confesiones, no se sabe en qué momento puede caer el nombre de un ex gobernador a manos del juez federal Claudio Bonadío. Es el mismo temor que por estas horas tienen las empresas mendocinas que se dedican a la obra pública y que supieron pegarse al kirchenirsmo o ser recurrentes ganadores de cuanta licitación provincial estaba en juego.

Kerchner es Cornejo. El riesgo para el actual mandatario es perder el contacto y el feeling si su candidato llega al sillón de San Martín y le ocurre exactamente lo mismo que a Roberto Iglesias cuando pensó que podía gobernar cuatro años más a través de Julio Cobos.

Fuera de eso, la posibilidad de entreverarse entre los presidenciales está en los planes de Cornejo. Básicamente, porque vive y respira política. Es una opción tentadora. Hay muchos jugadores en la cancha y, en este nivel, la pelea por el poder es despiadada.

A Cornejo le gusta esa disputa, pero puertas hacia adentro. Exponerse a unas PASO no es para él. El antecedente puede encontrarse en Mendoza: si no está seguro que cuenta con la suma de la fuerza partidaria, se apartará y esperará una ocasión que le sea propicia.

Igual, los globos de ensayo cornejistas están volando hace rato. Fueron lanzados cuando se presentó en los medios de comunicación del alcance nacional como presidente de la UCR. Lo hizo con una estrategia clara: mostrarse como alternativa al macrismo y dentro del oficialismo. Levantó la voz por los aumentos de tarifa y ganó espacio.

Su última jugada fue la difusión del informe de una consultora internacional que lo definió de la manera que él mismo hubiese soñado. Un halcón fiscal. El líder de un Estado provincial ordenado. El mismo gobierno local se encargó de viralizar la noticia. Ya no para mejorar su imagen en Mendoza. La mirada está puesta en otro lado. Mucho más allá del Arco de Desaguadero.